Capítulo dos: El chico y su lanza —por King

Al anochecer, El Bostezo del Gato Negro estaba rebosante de gente que tomaba la merienda.

—¡Su orden, señor!

Una mujer regordeta de mediana edad —parecía ser la propietaria— dejó un plato en una de las mesas de la zona exterior. Estaba cargado con la especialidad de la taberna: filete blanco de pescado, hervido con vegetales y cubierto con queso fundido.

—Gracias.

Dos hombres vestidos con armaduras de caballero le sonrieron. Uno de ellos era un chico de cabello rubio que sobresalía en todas direcciones; el otro, un adulto de complexión robusta.

—Luce delicioso —dijo el chico, precipitando su tenedor para ensartar el filete.

—¡Alto ahí! —dijo el hombre mayor—. ¡Esta es mi orden! ¡Espere su salteado de puerco!

—Vamos, solo un poco. Puedes probar un poco del mío.

—Jefe, cada vez que dice eso, ¡lo toma todo! Ni siquiera me gusta el puerco. De cualquier manera, ¡este es mío! —El hombre levantó su plato con ambas manos y lo sostuvo sobre su cabeza.

Al mismo tiempo, una pequeña silueta negra se abalanzó ágilmente desde la pared de ladrillos que había entre el área de las mesas y el jardín.

—¡Caray!

La silueta aterrizó por un momento en el plato del hombre, luego saltó hábilmente hacia el suelo.

—¡Augh! ¡Quema, quema, quema! —El hombre estaba tan sorprendido que soltó el plato, derramando salsa y queso sobre toda su cabeza.

—¡Quieto! —El chico apuntó al suelo—. Oye, King, ese gato te la jugó bonito.

El hombre, King, se dio la vuelta para encontrar a un gran gato negro. El pescado que había estado en el plato de King apenas un momento atrás ahora estaba colgando de su hocico.

—¡Oye! ¡Regresa eso!

—¿Qué vas a hacer si lo recuperas? —dijo el chico, carcajeándose—. Ya no lo puedes comer.

El gato negro observaba fijamente a King, con una mirada de ahora es mío estampada en la cara.

—Un gato callejero como este necesita que le den una lección. —Furioso, King se puso de pie y avanzó hacia el gato, su cara todavía estaba cubierta de queso. Pero el gato no corrió. Por el contrario, repentinamente se volvió hacia él y arremetió.

—!?

Ocurrió en un parpadeo. El gato corrió por las piernas de King y hasta su hombro, con fuerza le clavó las garras en la cara, y saltó de nuevo a la pared.

—¡¡Aughhh!! —El grito de King hizo eco a través de la taberna. Los otros comensales, quienes habían estado viendo atentamente, estallaron en carcajadas.

1

Unas doce personas estaban reunidas en un tramo de tierra, desnuda y rocosa, a una milla de distancia de la capital del Reino de Liones.

La mayoría eran jóvenes aprendices de Caballero Sagrado, revestidos con una armadura ligera de práctica. Estaban formados en un semicírculo, observando a un chico que estaba de pie en el centro.

El chico debe haber tenido unos trece o catorce años. Sostenía un mazo en ángulo frente a su rostro y miraba recto al frente con una mirada determinada en sus ojos. El objeto de su mirada era una gran roca reposando en el suelo, tan grande que ni siquiera cuatro adultos podrían rodearla con sus brazos.

El chico bajó la punta de su mazo casi hasta el suelo, y un torbellino se levantó del lugar con un fwush.

Lentamente balanceó su mazo, articulando con la punta una figura de ocho en horizontal. El torbellino acrecentó gradualmente y comenzó a girar más rápido.

Con un «¡Hah!», él lanzó el clamoroso torbellino —que, en este punto, fácilmente podría ser llamado tornado—, precipitándose directo hacia adelante, donde envolvió a la enorme roca. Se destrozó al instante con el rugido de un trueno, pero, sorprendentemente, ninguna de las piezas se disparó fuera del torbellino.

—¡Guau! —exclamaron los otros.

Gentilmente el chico bajo su mazo, y el tornado se extinguió gradualmente, dejando un montículo de guijarros donde solía estar la roca.

—Bien hecho, Howzer —dijo uno de los espectadores, un hombre en pleno apogeo de su vida, con un físico espléndido. Sonaba satisfecho.

El chico al que habían llamado Howzer se dio la vuelta, luciendo orgulloso de sí mismo. —¡Gracias, Capitán Dreyfus!

—Tu control es muy bueno. Solías golpear cualquier cosa al azar, pero parece que has madurado. Griamore, toma nota. —Dreyfus dirigió esta última observación a su hijo, quien estaba diagonalmente detrás de él.

El chico de cabello oscuro, que se parecía a su padre, hizo una reverencia con su enorme cuerpo. —L-lo siento, pa…, digo, capitán.

—Bueno, pero el progreso de Griamore también ha sido notable recientemente —el Caballero Sagrado Dale interrumpió gentilmente. Dale era uno de los instructores del entrenamiento de hoy.

Dreyfus, sin embargo, agito su cabeza. —Pero él ha sido inconsistente desde que era un niño. Si un caballero no puede mantener un flujo estable de magia defensiva, puede ser fatal. Deberías estar entrenándolo más duro. Y, Gilthunder, esto va para ti también.

—Sí, señor. —Gilthunder que estaba de pie junto a Griamore, miró abajo e inclinó la cabeza.

—Últimamente no has estado progresando tan rápido como esperábamos. Tu esgrima es débil. Si mi hermano pudiera verte ahora, estaría decepcionado.

—Entiendo, señor. Trabajaré duro para no deshonrar el nombre de mi padre.

—Es muy duro con sus familiares, Capitán Dreyfus —otro de los instructores de hoy, Nicolás, interrumpió con una risa. Era un gigante que sobresalía incluso sobre Dreyfus—. Su hijo y su sobrino, ambos han hecho un buen trabajo. Este grupo que vio hoy está formado por los aprendices de Caballero Sagrado más fuertes y habilidosos por mucho. Todo lo que ellos necesitan es un poco de experiencia en combate, y, en uno o dos años, serán tan habilidosos como para ser llamados Caballeros Sagrados propiamente.

—Claro —asintió Dreyfus—. Ciertamente son prometedores. Cuento contigo para entrenarlos bien.

Dale y Nicolás saludaron a su capitán atentamente, luego se voltearon hacia sus jóvenes pupilos. —Muy bien, romped en parejas nuevamente. Ya que el capitán seguirá observándonos, todos ofrezcan su mejor desempeño.

—¡Sí, señor! —Los Caballeros Sagrados en entrenamiento se formaron en las mismas parejas de antes y se dispersaron por el campo de entrenamiento.

—Alto, Howzer —Dreyfus llamó al chico que recién había demostrado la impecable magia de viento.

Howzer había estado a punto de correr con Gustaf, su compañero de entrenamiento por este día, pero se detuvo a medio paso, sorprendido. —¡Sí, señor! ¿Qué ocurre, Capitán?

Dreyfus se aproximó a Howzer y apreció el mazo que el chico sostenía. —¿Sigues usando eso?

—¿Sí?…

La mayoría de los aprendices de Caballero Sagrado provenían de familias con estatus de caballeros, pero Howzer, era sapo de otro pozo, era un plebeyo. La gran diferencia entre plebeyos y caballeros era que a los últimos se les permitía llevar espadas en público, mientras que a los plebeyos no. Ya que Howzer no había sido reconocido oficialmente como caballero todavía, normalmente también usaba una maza o una espada sin filo durante los entrenamientos. En contraste, Gustaf, aunque tenía la misma edad que Howzer y se entrenaba junto a él en el mismo campo, era el hijo mayor de una familia de caballeros y siempre había tenido su propia espada real.

—Esa maza ya no es adecuada para explotar tu potencial mágico. Por este medio, te autorizo a portar espadas. Espero que regreses mañana con una espada real para practicar con ella.

—¿R-Real?

—Mm-hm. —Dreyfus asintió magnánimamente—. Como Caballero Sagrado, tu arma es una extensión de tu cuerpo. Cada arma es diferente, y unas serán más adecuadas que otras para tus habilidades mágicas, talentos y constitución física. Piensa cuidadosamente acerca de cuál sacará mejor tu fuerza.

—¡S-Sí, señor! ¡Gracias, señor! ¡Yujuu! —Literalmente, Howzer saltó de algría, ondeando su maza alto en el aire.

2

—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Dame la llave del almacén!

Howzer estaba gritando en el momento en el que llegó a la tienda.

La tienda en cuestión era la herrería en el extremo oeste de la capital; la casa de Howzer.

Su madre levantó la mirada de dónde estaba limpiando la mesa de negociaciones a mitad de la habitación. —¿Disculpe, joven? —lo reprimió—. ¿Ni siquiera recibo un «hola»?

Pero Howzer solo galopó hasta ella, sin prestar atención a su tono. —Mamá, adivina qué. ¡Fui reconocido por el capitán Dreyfus! ¡Dijo que podía llevar una espada!

—¿Qué? ¿¡En serio!? —Los ojos de su madre se abrieron amplios por la sorpresa—. ¿Entonces…, realmente vas a ser un Caballero Sagrado? ¿En serio es posible?

—¡Claro que sí! —Howzer sacó el pecho—. ¡Que se me permita llevar una espada significa que estoy al mismo nivel que un caballero! Todavía tengo que probar mi fuerza en un combate real antes de convertirme en Caballero Sagrado, pero, digo, ¡solo es cuestión de tiempo ahora!

—¡Muy bien! —su madre se entusiasmó, mirándolo con nuevos ojos—. Mi pequeño que no hacía más que pelear todos los días y saltarse los deberes… Pensé que estabas destinado a convertirte el marginado de la aldea. ¡Pero ahora vas a ser un Caballero Sagrado!

—¡Mamá, ya lo entendí! ¿Puedes solo darme la llave?

—¿La llave? —Volviendo en sí, su madre buscó en el bolsillo frontal de su delantal y sacó su llavero.

Impaciente, Howzer la agarró directo de sus manos. —¡Tomaré una de las espadas de papá!

Corrió por la habitación de la tienda como un relámpago, y salió al patio por la puerta de madera que estaba detrás.

El taller de su padre, Raizer, estaba hasta el otro lado del patio. Una mitad de la construcción, frente al canal que corría por el lado derecho del patio, era el cuarto de trabajo con la fragua. Como siempre, Howzer pudo oír el sistemático golpear del martillo a través de las puertas abiertas.

Pero, en vez de al cuarto de trabajo, Howzer iba directo a la puerta en el lado izquierdo de la construcción. Insertó la llave en la cerradura colgando del pestillo y abrió la puerta conteniendo el aliento.

El interior era el almacén donde el padre de Howzer guardaba las armas que había forjado. La mayor parte de ellas ya tenían compradores y solo estaban siendo almacenadas temporalmente, pero otras no.

—Mmm, ¿dónde está?… —Howzer caminó por el almacén y comenzó a hurgar en las repisas.

Él estaba buscando una espada larga que su padre había forjado unos cuantos años atrás. Esa parecía ser el orgullo y gozo de su padre: Howzer recordaba cómo, de manera inusual, los llamó a él y a su madre hacia afuera para mostrarles lo bien que había quedado cuando terminó.

Pero aún tenía que atraer a un comprador, y tenía que ser apartada en algún lado mientras tanto.

—¡Mierda!

Mientras Howzer estaba revisando los estantes y cajones de madera con un poco de demasiado entusiasmo, accidentalmente derribó varias lanzas que descansaban contra la pared. Él comenzó a regresarlas a sus lugares, pero una de ellas se sintió un poco extraña cuando la cogió. Miró directamente a la asta.

Qué de… Es como si se pegara a mi mano…

Abrió su palma para revisar si había algo cubriendo el mango. Pero no lo había.

¿Será mi imaginación?

Puso la lanza de vuelta contra la pared con el resto de ellas, luego siguió buscando en los estantes.

—¡Aquí esta!

Finalmente encontró la espada larga que estaba buscando y sacó la hoja de su vaina de cuero negro. Incluso en la tenue luz del almacén, brilló con fulgor, como si la luz viniera del arma misma.

—¡Guau! ¡Qué genial! —Sujetó la empuñadura con ambas manos y miró hacia la hoja, absorto.

Las espadas largar eran prácticamente el símbolo de l0s caballeros. Eran la especialidad de su padre cuando se trataba de armas, y lo que era más, el idolatrado por Howzer, Capitán Dreyfus, era famoso por blandir una de esas.

—¿Qué estás haciendo, Howzer?

Howzer brincó ante el repentino sonido de la voz de su padre tras él.

Se volvió para encontrar a su padre, bañado en sudor por el trabajo.

—Papá…

Casi trató de esconder la espada en su espalda, como solía hacer cuando era niño y lo encontraban haciendo travesuras, pero luego se recordó a sí mismo. Por supuesto, ya no había necesidad de ocultarse más.

—Papá, el Capitán Dreyfus me dio permiso para comenzar a portar espadas el día de hoy. Así que déjame tener esta espada. Todo este tiempo yo he…

—Esa no es el arma correcta para ti —murmuró su padre.

Eso enojó a Howzer. —¿¡Qué significa eso!? ¿Estás diciendo que no soy digno de ella?

—No me importa si la usas. —El rostro de su padre, oscurecido a la mitad por una gruesa barba, también estaba opacado por el sol viniendo a través de la puerta en donde estaba parado, y Howzer no podía leer su expresión. Su cabello, del mismo tono dorado que el de Howzer, estaba brillante por el sudor.

—¿Qué?

—No me importa si la usas. Si algo como eso es suficientemente bueno. Haz lo que quieras. —Su padre se volvió indiferente y se retiró lentamente—. Tu madre dice que la cena está lista —anunció él como un pensamiento tardío, su voz ya era distante.

3

—¿Maldición, por qué no funciona? —Howzer apretó los dientes y miró hacia el peñasco frente a él.

Era el día siguiente. Él había aparecido en el campo de entrenamiento, con la codiciada espada larga triunfalmente en su mano, y llamó a sus compañeros, fanfarroneando acerca de cómo iba a pulverizar una roca dos veces más grande que la del día anterior, pero…

—¿Qué diablos? —Sin importar cuántas veces intentaba, no podía pillarle el truco.

Pero de nuevo, no había duda de que la cantidad de magia que podía liberar era mucho mayor que la que había sido capaz de reunir con la maza. Por alguna razón, aun así, se sentía como si flaqueara en los filos de la espada.

Como resultado, aunque el remolino que Howzer conjuraba era varias veces más grande que el de ayer, estaba terriblemente diseminado. Sus amigos tuvieron que correr para cubrirse, y la escena se había transformado en un gran desastre.

—¡Agh! ¿¡Por qué!?

—¡Ya déjalo, Howzer!

El campo de entrenamiento estaba envuelto por polvo espeso que el tornado levantó, y rocas de todos los tamaños estaban lloviendo sobre sus cabezas. Griamore liberó su pared mágica para escudar a algunos de los aprendices; una esfera de luz se expandió de donde estaba parado y repelió el viento y las rocas.

—Silencio. ¡Lo intentaré de nuevo!

—Hacerlo de nuevo no cambiará nada, Howzer —dijo Gilthunder con calma.

Howzer se volvió hacia él con una mirada irritada en su cara. —¿Qué significa eso, Gil?

—Eso podría ser el problema. —Gilthunder apuntó a la espada larga en la mano de Howzer—. Quizá no se ajusta bien a ti.

—… ¡!

Esa no es el arma correcta para ti.

La voz de Gilthunder parecía un eco de lo que su padre había dicho el día anterior.

Howzer explotó antes de poderse detener, mirando a Gilthunder. —¿Estás diciendo que no soy adecuado para ser un caballero? ¿Es eso?

Gilthunder negó con la cabeza. —Eso no es lo que digo. Es solo…

Una hermosa espada larga reposaba en la mano de Gilthunder. Era una que el padre de Howzer había forjado.

Howzer miró hacia Griamore, quien estaba en el campo de entrenamiento. La espada que colgaba de su cintura había sido heredada de su padre, Dreyfus.

Una amarga irritación nació en lo profundo de Howzer. —Lo que sea —dijo él—. ¡Me voy a casa!

—¡Howzer!

Gilthunder y los otros llamaron por su nombre. Pero Howzer los ignoró, corriendo del campo de entrenamiento sin siquiera mirar atrás.

4

La larga extensión de bares y restaurantes llamada La Vía de los Ebrios estaba incluso más activa de lo usual por la anticipación del Festival del Solsticio de Verano de la próxima semana.

De los aleros colgaban banderolas reales de Liones y guirnaldas de flores del solsticio de verano; carros de comida y puestos delimitaban la orilla del camino que normalmente se encontraba vacía, y el tráfico de peatones era denso. Aunque el sol persistente del verano seguía alto en el cielo, las campanas señalando la hora acababan de marcar las ocho de la tarde. Ya era la hora de la cena.

—Parece muy lleno ahí —murmuró Howzer con un suspiro. Muy alterado para ir a casa, había estado vagando sin rumbo por la villa del castillo, pero ahora su lugar favorito, El Bostezo del Gato Negro, parecía estar lleno.

—Oh, ¿ese es Howzer? —la propietaria de la taberna lo llamó mientras él se asomaba por la entrada para ver si había alguna mesa desocupada.

—No hay mesas, ¿verdad, madam?

—Mmm, estamos muy llenos hoy. ¿Te importaría compartir una mesa? —Ella apuntó hacia la zona exterior para sentarse. En efecto, Howzer pudo ver una chica de su edad sentada sola en una de las mesas para dos.

La chica miró hacia ellos y levantó la voz.

—¡Oh, Howzer! Ha pasado mucho tiempo.

—¿Qué es esto?… ¿Ustedes se conocen? ¡Está bien, siéntense entonces! —Riendo, la propietaria empujó a Howzer hacia la mesa y luego desapareció de vuelta dentro de la taberna.

—Er… ¿Entonces, quién eras? —Howzer se sentó a regañadientes, examinando el rostro de la chica. Su cabello rojo esponjoso estaba sujetado en dos coletas cortas. Él estaba seguro de haberla visto en algún lugar antes…

—¿No puedes adivinar? Soy Grace, de la tienda de medicina.

—¡Oh, la de la esquina de la Calle Birch!

Ahora lo recordaba. Ella era la segunda hija de la familia que administraba la gran tienda de medicina cerca de su casa. Ella era un año mayor que él. Ellos habían jugados juntos algunas veces cuando eran muy pequeños, pero no habían hablado para nada en los años posteriores, y Howzer la había olvidado por completo.

—Te veo por el castillo a veces —dijo Grace—. Solías ser solo un niño mandón, pero parece que te está yendo bien en estos días.

La propietaria en persona vino, y Howzer ordenó su plato favorito, muslo de pollo rostizado. Volteando de nuevo hacia Grace, él preguntó: —¿En el castillo? ¿Trabajas allí ahora?

—Sí, desde la primavera. Sirvo a la Princesa Margaret.

—Ah. ¿Su Alteza está bien?

Howzer había hecho la pregunta de manera casual, pero la cara de Grace ensombreció.

—Sí… Pero, bueno… Howzer, has estado entrenando en el castillo por un buen tiempo, ¿verdad?

—¿Hm? Sí, ¿por unos… cinco años? Quizá un poco más. —Él contó los años con sus dedos.

—¿Es cierto que la Princesa Margaret solía ser más alegre?

—¿Eh, tal vez? No sé mucho de la princesa. Aunque apuesto que Gilthunder sí.

—¿¡Oh!? Howzer, ¿eres amigo de Lord Gilthunder? —Grace se inclinó al frente repentinamente, y Howzer se vio sorprendido por su repentino interés.

—Em, sí. Un poco.

—Gilthunder también solía ser una persona más alegre, ¿verdad?

—¿Eh? —Howzer no tenía idea de por qué Grace estaba preguntando, pero pensó en la pregunta de igual manera—. Ahora que lo mencionas, creo que sí.

—¿Sabes qué pasó?

—¿Qué pasó? Bueno, ¡dah! —dijo Howzer, un poco sorprendido—. ¿Quién no reaccionaría de esa manera con algo como lo que le pasó a su padre? Y, siendo los Siete Pecados Capitales quienes estuvieron detrás de ello…, no es algo de lo que te recuperas facilmente.

—¿Lord Gilthunder tenía alguna conexión con los Siete Pecados Capitales?

Howzer hizo una mueca ante la interrogación persistente de Grace. —Cuando Gilthunder era un niño pequeño, Meliodas, el líder de los Siete Pecados Capitales solía enseñarle esgrima a veces. Luego de que su propio maestro asesinara a su padre, bueno, sin duda perdió un poco de confianza en la gente.

Gilthunder nunca parecía querer hablar de ello, y el mismo Howzer tenía un poco de recelo hacia la más fuerte de las ordenes de Caballeros Sagrados, por lo que el tema rara vez salía a flote.

—Y quiero decir, siempre ha sido un tipo demasiado serio. Estoy seguro de que ahora solo se enfoca en convertirse en Caballero Sagrado. Quizá así podrá vengar a su padre.

Mientras hablaba, Howzer se acordó de la escena que había montado más temprano en el campo de entrenamiento y comenzó a lamentar su propio comportamiento. Se sentía avergonzado por haber sacado su rabia sobre Gilthunder, quien no había hecho nada para merecerlo.

—No estoy particularmente preocupado. Él no es del tipo que causa desastres —Howzer insistió con algo de pasión.

Pero Grace solo dijo: —Ya veo —Y bajó la mirada, aparentemente perdida en su pensamiento.

La propietaria volvió con un plato de pollo frito. —Aquí está —dijo ella, colocando el plato en la mesa.

—¡Yammm, luce delicioso! —Aliviado por el cambio de tema, Howzer se extendió por su comida.

Pero, entonces…

Una pequeña silueta negra cobró vida sobre la pared baja de ladrillo adyacente que separaba el área de las mesas y el jardín.

—¿¡Eh!?

Un enorme gato negro saltó a la mesa repentinamente. Trató de robar el pollo del plato de Howzer.

—¡Espera, bastardo! —Howzer ser movió rápido como un relámpago y levantó al gato del pescuezo—. Tienes el descaro de tratar de robar mi cena.

El gato sacudió sus extremidades salvajemente, pero no pudo hacer nada para liberarse del sólido agarre de Howzer que lo mantenía suspendido.

—¡Buena atrapada, chico!

—Ese gato callejero es infame por aquí.

Los otros colaboradores aclamaron de manera ruidosa.

La propietaria sonrió. —Bueno, bueno, parece que nuestro gato callejero finalmente ha sido atrapado.

—¿Ha estado causando problemas? ¿Qué debería hacer con él? —Howzer extendió el gato hacia ella.

Madam, deme a ese pillo. —Un ebrio había tropezado desde uno de los asientos interiores—. Ese gato me ha robado varias veces, y estoy enojado. Entrégalo, chico.

La actitud arrogante del hombre enfadó a Howzer. —Espera. Yo fui quien lo atrapó, y esta es la taberna de esta dama. No es de tu incumbencia lo que hagamos con el gato.

—… e has dicho? —el hombre murmuró, enojándose más.

Todos los otros comensales comenzaron a hablar.

—¡Sí, mata al bastardo!

—No, dejen solo al pobre gato.

—Ya, ya. Calma —dijo la propietaria, riendo mientras se interponía entre Howzer y el hombre—. Este gato ciertamente nos ha causado unos cuantos problemas, pero, después de todos estos años, extrañamente me he apegado a él. Esta taberna se llama El Bostezo del Gato Negro, después de todo… Y es muy lindo si lo ves bien…

—Estoy de acuerdo, madam —añadió Grace desde atrás—. Em, por cierto, podría encargarme de él, si quiere. Podría ayudar con un problema de ratas en mi casa. —Ella trató de tomar el gato entre sus brazos.

Pero, el gato, incluso colgando en el aire como estaba, bufó amenazante y atacó hacia ella con sus dos patas frontales.

—¡Oye, tranquilo! —Howzer le dijo al gato, tratando de alejarlo apresuradamente de Grace. Pero Grace solo extendió sus brazos más.

—¡Ack!

Mientras se movían de un lado a otro, el agarre de Howzer se aflojó por un momento. El gato vio su oportunidad y se zafó de su agarre, cayendo de pie en el suelo. Salió de la taberna disparado como flecha y desapareció en la calle.

—¡L-Lo siento! —dijo Grace, disculpándose instintivamente con Howzer, la propietaria, y todos los demás en la taberna.

Pero los clientes borrachos de antes estallaron contra ella.

—¿Por qué hiciste eso pequeña señorita? ¿¡Eh!?

—No es su culpa —intervino Howzer— .Yo tengo la culpa por no agarrarlo más fuerte. Si van a quejarse, háganlo conmigo. ×Él miró ferozmente y el hombre se retractó, encorvándose y bajando los ojos.

—C-Como sea. Es solo un gato apestoso… —murmuró él mientras se retiraba del establecimiento.

Después de un momento, la tensión en la taberna se disipó con un suspiro colectivo, y la atmósfera vívida regresó.

—Quizá esta vez ese gato aprenda a no meterse con la comida de todos…

—Oh, pero está haciéndose viejo. ¡Solía ser totalmente intocable!

Los clientes frecuentes rieron al igual que la propietaria.

—Eso me recuerda —dijo ella—. ¿Ustedes recuerdan aquel Caballero Sagrado hace algunos años que siempre era timado por ese gato?

—¡Sí, sí! ¡Ese gato realmente se la jugaba bien!

Hubo otro estallido de risas. Howzer y Grace intercambiaron una mirada.

—¿Un Caballero Sagrado? ¿Vencido por ese gato?

—Sí. Él era un tipo pesado, y ese gato siempre le robaba la comida.

—Él lo perseguía, pero el gato solo lo hacía enojar, y normalmente acababa todo arañado.

—¿Realmente era un Caballero Sagrado? —Howzer estaba impactado. Pero la propietaria y los hombres solo reían a carcajadas.

—Es lo mismo que nosotros nos preguntábamos también, al principio.

—Mm-hm. Pero esa vez fue bastante notable…

—¿Esa vez? —preguntó Grace.

El grupo de clientes frecuentes se adentraron juntos en la anécdota.

—Un malacopa vino ese día, ¿verdad? Y luego de meterse en una disputa con una chica que trabajaba aquí en aquel entonces, trato de arrastrarla afuera con él.

—Él era grande, y, lo que es más, llevaba una navaja, por lo que no había nada que alguien pudiera hacer para ayudar.

—Pero, entonces, ese tipo al que siempre lo humillaba el gato…

Los clientes frecuentes describieron cómo, de repente, el caballero saltó en el aire ágilmente, y, con una enorme lanza… —No sé de dónde la sacó —… clavó al hombre en el suelo.

—Una lanza… —Howzer se quedó sin aliento.

Si nadie sabía dónde estaba oculta, eso significaba que había sido un arma mágica. Y, si ese hombre había sido capaz de manejarla, y de volar por el aire, entonces realmente habría sido un Caballero Sagrado.

—Era una lanza impresionante. Él dijo que era lo que le permitía liberar todo su poder mágico.

—Supongo que quería decir que no usaría ese tipo de magia con un gato.

—Incluso si fuera verdad, aun así, era un enclenque sin ella.

—¡Guahahaha! —rieron todos los hombres.

—No lo he visto últimamente. Me pregunto si se fue a realizar algún encargo distante.

—¿No había un rumor de que era uno de los Siete Pecados Capitales?

—Se parecía mucho a uno de los tipos en los letreros de «se busca», pero su rostro no era tan malvado. Siempre estaba sonriendo.

—Sí. Y, si hubiera sido uno de los Siete Pecados Capitales, habría sido capaz de ganarle a ese gato, incluso a mano limpia, ¿no creen?

Eso produjo otro estallido de risas en todos. Pero Howzer ya no estaba escuchando.

—Una lanza…

—¿Howzer?

Howzer sacudió la cabeza distraídamente hacia la chica. Sacó una moneda de plata del bolsillo de su pecho, la entregó a la propietaria, y escapó a toda prisa de la taberna.

5

—¡Mamá! ¡La llave del almacén!

Justo como el día anterior, Howzer entró gritando a la tienda. Arrebató las llaves directo de las manos de su madre e hizo una línea recta hacia el almacén.

Metiéndose dentro, corrió hacia la pared y tomó una de las lanzas que había golpeado la última vez.

—…

Una vez más, sintió como si la lanza se pegara a su mano.

Él la llevó fuera.

Había un amplio llano detrás del taller, pasando el lado izquierdo de la construcción. Era una práctica estandarizada no construir otras casas cerca de la de un herrero, así en caso de un evento indeseado o un accidente, los vecinos no serían afectados.

Cajas llenas de minerales en crudo, leña y carbón estaban apiladas en una orilla del lote. Howzer sostenía su lanza lista y fijaba su puntería en uno de los cajones de madera.

—…

Agarrando el mango con su mano derecha, claramente pudo sentir la magia haciendo espiral por la lanza. Haló el aire circundante, el cual surgió de la punta en un instante y formó un pequeño remolino.

—… Se sintió como si el arma y su brazo se hubieran vuelto uno. Él pudo ver el camino que daba de la lanza directo al centro de su magia.

—¿Era esta? —La levantó sobre su cabeza formando un ángulo. El remolino, pequeño pero grácil, siguió la trayectoria exacta que Howzer había imaginado, levantó piedras pequeñas en su camino, y el cajón al que apuntaba fue reducido a añicos en un instante.

—… —Howzer se quedó inmóvil por un momento, observando los lingotes de minerales dispersarsos.

—¿Esa es tu respuesta? —Era la voz de su padre.

Howzer se dio la vuelta para encontrar a Raizer de pie detrás de él, con su ropa de trabajo y bañado en sudor. Howzer entró en pánico por un momento, tratando de explicarse.

—¡Perdón por crear un desastre con tus materiales! Pero…

—No te preocupes por eso.

Su padre caminó lentamente hacia él y tocó la lanza que estaba sosteniendo. Howzer se la entregó a Raizer, quien inspeccionó la punta entrecerrando los ojos.

—Está rota.

—¿Eh? —Howzer también echo vistazo para ver que, en efecto, había una pequeña muesca en el filo de la hoja.

—Las armas se crean para suplir las necesidades de los individuos que las usan. Especialmente cuando son para Caballeros Sagrados. Soy solo un herrero profano, así que no puedo crear las armas especiales que portan los Caballeros Sagrados de alto rango. Ese es terreno de magos.

—Papá…

—Y tu magia ya está en ese nivel.

—¿No puedo pelear con una espada forjada por ti? —preguntó Howzer, pero luego se sorprendió de sus propias palabras.

En algún punto, se había convencido de que pelear con la espada de su padre la valdría su aprobación.

Durante toda su vida, Howzer no había sido más que un rebelde; corría libre haciendo su voluntad y se reusaba a tomar las riendas del negocio, y pensaba que su padre no lo habría perdonado. Howzer debió haber pensado inconscientemente que usando la espada de su padre remediaría su niñez irresponsable y que su padre no aprobaría sus decisiones de otro modo.

Pero su padre rompió en una sonrisa satisfecha detrás de su barba. —Te has convertido en un buen muchacho, Howzer. Seguramente el Capitán Dreyfus o Su Majestad el Rey encontrarán una lanza para ti.

—Papá… —Howzer se quedó mudo por un momento, viendo a su padre, luego se apresuró a quitarse la espada de la cadera—. T-Te regreso esto.

—No, quédatela. Quizá nunca la uses en batalla, pero de la cintura de un caballero siempre debe colgar una espada.

Raizer se volteó para dar la espalda y regresó a su taller sin nunca mirar atrás. Howzer miró la figura de su padre distanciarse. Después de un momento, colocó su mano sobre la espada que llevaba en la cadera y dejó que su rostro, que era idéntico al de su padre, mostrara una sonrisa avergonzada.

¡Comparte!